Panamá, Tierra de Oportunidades: sacrificio compartido, prosperidad participativa, bienestar nacional
o "Algunas ideas no tan dispersas sobre como salimos del hueco, Versión Criolla, segunda parte"
Y si aquí En vez de cemento Pa' la construcción Le hiciéramo' un faro A la educación - Juan Luis Guerra (Si Saliera Petróleo)
¿Sugerencias?
Como dije en la primera edición de Panama: Tierra de Oportunidades, este proyecto debe estar basado en la acción colectiva. El poder político (pa’ los que no tienen plata pa’ comprar votos legislativos ni decretos ejecutivos) está en los números, por lo que siento que una especie de “sindicato de clase media” sería lo más efectivo políticamente para cabildear por los intereses específicos de lo que de aquí en adelante llamaré la clase media amplia (CMA). La idea es que, como agrupación de sociedad civil, este colectivo abarque los intereses de la mayor cantidad de panameños posible, lo que primordialmente significa (entre algunos otros):
Hacer hincapié siempre sobre los intereses compartidos de los miembros, en lugar de estar individualmente proclamando identidades (relativamente) superficiales y que, al final del día, solo sirven para distraer y separarnos. No importa tu raza, género, religión ni preferencia sexual, política o de toppings de pizza. Tampoco importa si vives en San Miguelito, Avenida Balboa, el West, Azuero o la República Federal de Chiriquí. Si eres a) asalariado, especialmente formal, b) emprendedor de cualquier índole o c) dueño o trabajador de la micro, pequeña y mediana empresa (pymes), entonces tu participación activa en Panamá: Tierra de Oportunidades (PTO) será la mejor herramienta disponible pa’ influenciar quién determina la políticas públicas en el patio, es decir, las reglas del juego.
Saber diferenciar en todo momento que, aunque tiene (y tendrá) intereses compartidos tanto con a) los grandes grupos económicos, como con b) los sindicatos profesionales, la CMA es su propio grupo, con intereses muy específicos, los cuales muchas veces están en total oposición a los intereses de al menos uno de estos grupos, aveces hasta de ambos.
Consciencia de Clase Media Amplia
En un estudio prácticamente único en su campo, ya que pocos académicos en nuestra región le ponen atención al tema, el experto en Latinoamérica y profesor del Massachussets Institute of Technology (MIT), Ben Ross Schneider (et al.) empieza con la siguiente anécdota:
A principios de 2017, la Confederación Nacional de la Industria (CNI) en Brasil envió un correo electrónico de siete páginas a su lista de distribución, delineando los principales objetivos políticos para el año. De nueve áreas políticas diferentes, la educación quedó en último lugar [mi énfasis] con algunas propuestas menores y genéricas, después de elementos más largos y detallados relacionados con el comercio, la infraestructura, el medio ambiente, los impuestos, la legislación laboral y otras áreas políticas. Esta priorización tan baja por una de las principales asociaciones empresariales de Brasil, a pesar del mal desempeño de su sistema educativo (Busso et al., 2017), es emblemática de un desafío general que enfrentan los países de ingresos medios: cómo formar coaliciones duraderas [mi énfasis] para promover la mejora educativa y la formación de habilidades.
Uno de los principales intereses de la CMA – especialmente si lo único que tienes como individuo para ofrecerle al mercado es tu sudor – es la educación; o sea, si no naciste con algún activo del que puedas extraer rentas, situación conocida como la realidad de la inmensa mayoría de los panameños.
En términos puramente económicos, lo único que importa de una persona es su productividad, y una manera ya bastante conocida para aumentar la productividad de los trabajadores de cualquier país son inversiones millonarias, sostenidas y a largo plazo en educación, incluyendo educación técnica y vocacional (ETV). Esto, como te podrás imaginar, cuesta buco freakin’ plata.
Por ejemplo, mi familia invirtió cientos de miles, tal vez millones de dólares en mi educación, desde que nací hasta que me gradué de la U – lo que los economistas llaman inversiones en capital humano – incluyendo todo tipo de actividades extra-curriculares, doctores y tratamientos médicos, ligas deportivas, apoyo académico, intercambios en Europa, safaris en Africa, etc.
Ahora, en caso que fuésemos un país pobre, no podríamos hacer este tipo de inversiones para todos los panameños. Afortunadamente, sin embargo, somos un país de clase media (o middle-income, con un PIB per capita por encima de los USD 17,000/año), en el cual la grandísima mayoría de la riqueza la generan nuestros propios recursos: naturales, físicos y sociales. Por ende, en Panamá definitivamente se pueden hacer estas inversiones.
Lastimosamente, como bien indica la anécdota brasileña, y como ya hemos discutido, los grandes grupos económicos en Iberoamérica, pero especialmente en Panamá, no tienen incentivo alguno para invertir en educación. Súmale a esto una CMA dividida, confundida y estresada, y no queda nadie (al menos nadie con plata o poder para hacer algo al respecto) que presione políticamente para verdaderamente reformar el Meduca, e invertir las sumas necesarias para construir un sistema educativo de primer mundo en Panamá.
Intereses Compartidos vs. Intereses Encontrados
A pesar de que a los dueños y ejecutivos del puñado de firmas mega rentables que operan en el patio, es decir, la gente con poder real en Panamá, les encanta hablar de la “importancia de la educación”, la realidad es que sus empresas generan ingresos astronómicos sin necesidad de mucho personal altamente capacitado (nuevamente, porque su ventaja competitiva está en su acceso al recurso nacional).
El ejemplo más concreto de esto es la mancuerna Capac-Suntracs, específicamente, el uso de la vivienda panameña como vehículo de inversión / activo financiero, de la cual también se beneficia enormemente nuestra plataforma de servicios (a la cual deberíamos llamar, mejor, la industria de la intermediación, the middle-man industry).
Igual que hace por medio de los impuestos escondidos que le clava a la gran mayoría de la población, nuestra rosca nacional encarece, además, la mano de obra en toda la economía: la no capacitada, al incrementar artificialmente la demanda por gente que ponga ladrillo, y la capacitada, porque disminuye el incentivo a la educación / capacitación más allá de saber poner ladrillo.
Además de ser un costo social inconmensurable, la falta de productividad del trabajador panameño literal mata el emprendimiento en nuestro país – y tiende a ser la razón principal, ademas de la falta de crédito pa’ la inversión productiva – por la cual fundar una pyme panameña que perdure es prácticamente imposible.
Si a esto le añades el rotundamente anti-económico interés preferencial, que no hace más que engordarle los márgenes a las constructoras, tienes el ejemplo perfecto de una política de Estado – de las más consecuentes, de hecho, legislada por diputados corruptos – que, según sus promotores, es buena pa’l país, pero, en realidad, es buena pa’ a) los grandes grupos económicos y, en menor instancia, b) los sindicatos profesionales. Para la CMA, sin embargo, representa una carga pura y dura.
Como hemos podido ver a lo largo de las décadas, y especialmente durante el Gobiernito, el Meduca es un desastre a propósito. A pesar que evaluaciones internacionales como las de PISA nos ponen en los últimos lugares en cuanto a logro educacional, las prioridades de nuestras clases política y empresarial – al igual que en Brasil, pa’ que no creas que esto va en contra de algún/os panameño/s en particular – no incluyen si quiera aparentar llevar a cabo una verdadera reforma educativa.
Por si no me crees, sólo tienes que ver lo que, según los medios criollos, son los principales desafíos que enfrenta la nueva administración: la mayoría nombran las crisis siamesas de la Caja de Seguro Social y la cuenca del Canal, la reforma constitucional, la resolución del tema minero y – ¿como‘erga nooo? – la construcción de un freakin’ tren…
¿Y la educación? Bien, gracias, ¿y usted?
Ay, ¡no me diga! ¿embarazada de nuevo?
Y su hijo, ¿el que no sabe usar Office ni hablar inglés?
¡Ay pobre!
Parece que, a pesar de tener un sistema educativo que condena a sus usuarios a la improductividad y, por ende, a prospectos laborales perros, la educación de calidad sigue siendo – gobierno tras HP gobierno – nuestra última prioridad; como si invertir en el futuro de nuestros jóvenes fuese un lujo innecesario, à la llevar a la familia todos los años a esquiar a #Gstaad, o invitar a más de dos mil zopotocientas personas a la boda de tu hija #YOLO.
Entonces, si de verda’ queremos que en nuestro país se hagan las inversiones que aumenten la productividad del panameño común, pa’ realmente darle la oportunidad de una mejor vida – además de incentivar el emprendimiento y, de esta manera, dinamizar nuestra economía para que cree más y mejores empleos – tenemos que hacerlo mediante un colectivo de sociedad civil, específicamente de la clase media amplia, que pida, exija, insista, joda, patalee y haga lo que tenga que hacer (dentro de la ley) pa’ rescatar nuestro Estado secuestrado.
Como dice el estudio de Schneider citado anteriormente, “las coaliciones pro-crecimiento [pro-growth coalitions] de diversos tipos han sido clave para mejorar la productividad en países de Asia Oriental que ahora tienen ingresos altos, como Corea y Taiwán”. En Panamá, si no formamos una coalición entre asalariados, emprendedores y pymes, me queda claro que nuestra economía terminará produciendo el mismo resultado de siempre, Siempre, SIEMPREEE; pero que, ahora sí, ha puesto en jaque a nuestra democracia: la desigualdad más focop de la región.
Valores de Clase Media Amplia
El objetivo principal de PTO, en resumen, es el de reformar la economía política de Panamá para que brinde muchísimas más oportunidades – especialmente a aquellos que están dispuestos a trabajar duro – para alcanzar una vida de clase media, cabildeando particular y estratégicamente por los intereses económicos de la CMA.
No obstante, el movimiento se basa, también, en tres pilares fundamentales. Estos valores serán los que guíen los esfuerzos de los miembros del colectivo, porque aunque enfocarse en intereses meramente económicos es una estrategia fácil de articular y seguir, lo que realmente nos interesa, más allá de vivir más prósperamente, es vivir en un res pública justa, unida y con futuro.
Antes de seguir, quiero confesar que casi toda mi vida me ha dado náusea escuchar a la gente hablando de “moral”, especialmente cuando de pelao iba a misa (o antes de ver la pelea de boxeo). En la política, especialmente cuando viví en EE.UU., rápidamente aprendí que entre más convicción mostraba un candidato por sus valores de familia, más altas eran las probabilidades de que, eventualmente, lo agarraran con pornografía infantil, quemando a la mujer o en una parada de camiones pagando por sexo homosexual anónimo.
Sin embargo, uno de los efectos de haber decidido, como país, que sería “el mercado” quién determinase cuanto valor le asignábamos a los productos y servicios en Panamá, incluyendo el sudor de millones de nuestros compatriotas, es que si algo no lo valora el mercado, el panameño tampoco (y ni hablar de si el mercado no lo precia, como la crianza de niños a adultos productivos y pro-sociales). Además, al “naturalizar” los resultados socioeconómicos que vemos en el patio, los mercados tienden a disolver conflictos e injusticias inherentes en cualquier sociedad (o al menos a esconder sus raíces), especialmente una tan desigual como la iberoamericana.
La grandísima mayoría de los panameños, por ejemplo, percibimos los resultados de los mercados como naturales o inevitables, en lugar de ser decisiones humanas que pueden ser cuestionadas, por ejemplo, ¿como así en los apartamentos más caros de la capital, como en los que yo vivía de niño, los baños de la servidumbre no contaban con agua caliente? O si el banco bota a un “moroso” de su chantin, es consecuencia de las “fuerzas de mercado” y no de decisiones deliberadas.
La capacidad de los mercados de ocultar (o al menos sanar un poco) las aciones e historias detrás de los productos y servicios en Panamá (incluyendo por qué cuestan lo que cuestan), también desconecta lo que consumimos de las realidades sociales de su producción. Si alguna vez te has preguntado, digamos, cómo carajo hace plata el conductor con esa carrera tan barata que Uber te cobró de San Francisco al Casco, entenderás a que me refiero.
Pero, como hemos visto, los resultados del mercado están determinados por las reglas del juego, las cuales son escritas (incluyendo los contratos-ley) por nuestros políticos corruptos. Utilizar el mercado para determinar el valor de las cosas en nuestro país, para todos los efectos prácticos, es dejar que la gente que más plata tiene haga esa determinación. Peor aún, indica qué priorizamos los panameños, es decir, revela nuestros valores, los cuales se pueden resumir con la “Regla de Oro”: el que tiene el oro, pone las reglas; también conocido como SHOW ME THE MONEY.
Por ende, para que esta lucha, además, sea Pro Patria Beneficio, o que al menos sea por algo más importante, o que “vaya más allá” de los intereses económicos de sus miembros individuales, la misión de PTO se basa, inter alia, en los siguientes valores:
Justicia
Como venimos discutiendo, Panamá es un país relativamente rico con una gran variedad de recursos, y la inmensa mayoría de la riqueza generada en el istmo proviene de su explotación, incluyendo nuestras posición geo-estratégica, aguas territoriales, espacio aéreo, y canal interoceánico, así como nuestros códigos legales y fiscales, y nuestras tierras, cuyo valor incrementa, más que nada, gracias a su ubicación – y no necesariamente por las inversiones que hagan sus dueños sobre las mismas.
Sin embargo, Panamá también es un país profundamente desigual, donde un puñado de familias y grupos económicos se apropian de la mayor parte de los ingresos generados en el territorio nacional, dejando a la mayoría de la población con acceso limitado (o nulo) a estos recursos. Esto, repito, es injusto por donde lo veas.
¿Si nuestra riqueza proviene del recurso nacional, entonces, y no de lo que crean, inventan o innovan aquellos panameños que tienen acceso al mismo, porque son ellos los que se quedan con casi todo el valor extraído?
En nuestro país, lamentablemente, no hay nadie inventando vacunas de ARNm contra el Covid-27, ni desarrollando los semiconductores (microchips) que impulsarán la revolución en inteligencia artificial que estamos viendo actualmente. Las inversiones en investigación y desarrollo (i+d) necesarias para verdaderamente crear valor nunca las han hecho en Panamá, ni el Estado ni la empresa privada. Como discutimos en la segunda edición del substack, por ejemplo, las cuatro principales actividades económicas en el patio están todas íntimamente liadas al Estado, y ninguna podría considerarse un mercado ni siquiera “más o menos” libre.
Entonces, si somos un país relativamente rico por pura suerte, como Venezuela lo era gracias a su petroleo, entonces esta riqueza debe ser repartida entre todos los panameños, hasta donde sea posible, por igual. Si no, acabaremos precisamente como la República Bolivariana, donde tanto del valor que fue extraído del subsuelo acabó en viajes de shoppin’ a Miami en jets privados, que una mayoría significativa de los venezolanos estuvo dispuesta a darle la Presidencia a un golpista ex convicto, antes de dejar que los sifrinos siguieran despilfarrando el recurso del país. Los resultados, como podemos ver hoy día en el Darién, digamos que no han sido muy buenos para el venezolano común.
Lucha Histórica
Hay a quienes les da cosita la idea de que Panamá renegocie los contratos que permiten toda esta extracción de valor del recurso nacional sin la justa remuneración pa’l país – algo que tendremos que hacer si queremos una economía de la cual todos los panameños podamos sacar provecho. Sin embargo, la renegociación de un contrato injusto, les recuerdo, fue literalmente nuestra cruzada nacional por casi tres-cuartos de siglo, desde el oneroso Tratado de 1903, que consagró nuestra separación de Colombia, hasta los Tratados Torrijos-Carter de 1977.
La única diferencia entre entonces y hoy es que el Tratado Hay-Bunau-Varilla (de 1903) no lo firmó ningún panameño, mientras que los que vendieron la patria en los ‘90 y ‘00 fueron todos panameñitos vida mía. Y no solamente hablo del Presidente y los Hputados, sino de toda la industria de la intermediación que usufructúa del valor extraído por estas empresas, principalmente, en la forma de “ahorros” en impuestos y otros pagos no hechos al fisco panameño.
Digamos que Panama Ports, por ejemplo, o Copa Airlines (ambos símbolos de esta extracción de valor), les paga a sus abogados, contadores, banqueros, publicistas y el resto de sus socios panameños $50 millones para dejar la menor cantidad de dinero posible en nuestro país; el resultado de toda esta actividad económica – la cual, irónicamente, le añadimos al PIB panameño como un plus – es que la multinacional se ahorra, digamos, $100 millones, o sea, el doble de lo que le paga a las empresas privadas panameñas que le brindan todo tipo de servicios: legales, fiscales, financieros, mediáticos, etc.
Aunque para las multinacionales como PPC y Copa es mucho mejor pagarle $50 millones a un puñado de empresas privadas criollas que $100 millones al Estado panameño, esto es una gran cagadation pa’l país – no solamente porque el Estado deja de percibir miles de millones en “ahorros”, año (lectivo) tras año (lectivo) – sino también porque termina siendo la CMA a quien le toca tapar estos huecones fiscales, al menos desde que el neoliberalismo decidió que los grandes grupos económicos ya no tenían que pagar impuestos – pero pa’l puñado de empresas criollas que sirven de intermediarios pa’ las multinacionales, ¡es negocio redondo!
La lucha de PTO, entonces, será la misma que la de tantas generaciones anteriores de panameños: la recuperación no sólo de nuestra soberanía, sino del acceso a nuestro propio recurso. Esto lo hacemos en nombre de todos aquellos que se sacrificaron pa’ que nosotros pudiésemos gozar de semejante abundancia, dígase, los panameños de todas las razas, religiones, clases sociales y provincias del país que, como pudieron, aportaron a la causa nacional.
Sustentabilidad
Como colectivo, PTO luchará por intereses compartidos y un sentimiento de comunidad (nacionalismo, si así le quieres decir), basado en la idea de que el recurso nacional es de todos los panameños, no sólo para los grandes grupos económicos que operan en patio. Este movimiento no busca ser excluyente, sino asegurarse que la gran mayoría de los ciudadanos gocen del acceso más equitativo posible a los beneficios del recurso nacional; no solamente porque es lo justo, sino porque es lo que brindará mayor estabilidad al país a largo plazo.
La sustentabilidad es clave para este enfoque. Debemos buscar un crecimiento económico lento pero sostenible, asegurando que las futuras generaciones también puedan (como hemos hecho varios panameños, pero definitivamente no suficientes) disfrutar de los mismos beneficios y oportunidades que tenemos hoy día en el patio. La manera de garantizar esto es re-invirtiendo la gran mayoría de la riqueza extraída del país en sus propios ciudadanos (o en su capital humano, si así prefieres verlo), pa’ que, de una vez por todas, pueda la gran mayoría de los panameños tener el acceso que les corresponde a este bendito pedacito de istmo centroamericano.
Para que esto suceda, es fundamental que PTO fomente un sentido de comunidad y patriotismo en la CMA, donde sus miembros se sientan responsables del bienestar del país y de su desarrollo sustentable. De nada nos sirve que “nosotros” estemos bien, o que “los míos” ’ten cool, mientras que el resto del país pasa mucho más páramo de lo necesario.
¿Y pa’ qué? ¿Pa’ que un par de royals criollos puedan vivir como sus contrapartes en Arabia, mientras que una sub-clase de humanos sin educación alguna les atiende todas sus necesidades, desde que nacen hasta que mueren, como si ese fuese el destino de la gran mayoría de los panameños?
Honestamente, no tengo idea cual sea este destino, pero prefiero mil veces vivir en una verdadera res pública, libre y democrática, donde la clase media tenga la mayoría del poder, y donde ni la plutocracia ni el populismo autoritario – ambos extremos y, por ende, ambos inestables – termine por destruir nuestro futuro como país.
En la unión está la fuerza, y si hacemos bien las cosas como colectivo, en nuestras manos podría estar, también, el futuro de Panamá. Si no queremos que éste sea como el presente de Venezuela, el resto de Centroamérica, y quién sabe cuántas otras de nuestras hermanas repúblicas latinoamericanas, es hora de organizarnos como clase media amplia y, de esta manera, luchar efectivamente por el cambio.