De excelencia vs. supremacía, el mérito individual y los viajes al espacio (1 de 2)
Notas sobre el estado de la democracia panameña, Versión Criolla, Parte 5
Everything's in order in a black hole
Nothing seems as pretty as the past though
That Bloody Mary's lacking in Tabasco
Remember when you used to be a rascal?
- Arctic Monkeys, "Flourescent Adolescent" (2007)
Entre el 2018 y el 2022, durante lo que sería mi efímera carrera de profesor de secundaria, investigué lo más que pude sobre la Generación Z, quienes serían mis estudiantes, y el sistema educativo moderno. Habiendo recibido mi bachiller en ciencias y letras en 1999 y, sin hijos, no sabía mucho sobre como había cambiado la educación desde entonces.
La privada, obvio, porque la pública se ha mantenido igual de tóxica pa’l estudiante toda mi vida #consistencia
Uno de mis hallazgos favoritos fue esta entrevista con el profesor de leyes de Yale University (EE.UU.), Daniel Markovitz, sobre su entonces recientemente publicado libro, “Las trampas de la meritocracia” (The Meritocracy Trap). Sinceramente, les recomiendo verla toda, especialmente si tienen hijos entre la secundaria y la universidad. Pa’ los efectos de esta edición, sin embargo, me limito a compartirles la parte que más me hizo reflexionar (traducida del inglés), teniendo en cuenta que yo soy producto puro y duro de este sistema:
El concepto de excelencia tiene dos características. Primero, se trata de un concepto de umbral, no de rango. Es decir, si decimos que alguien es excelente en algo, el hecho de que otra persona sea aún mejor no le quita la excelencia al primero. Ser excelente significa ser bueno en algo, poder hacer algo que valga la pena (mi énfasis).
La segunda característica es que la excelencia está vinculada a una evaluación sobre en qué eres bueno. Tiene sentido decir que alguien es un excelente médico, pero no tiene sentido decir que alguien es un excelente torturador o un excelente estafador. Es decir, la excelencia conlleva una ética sustantiva: no todo lo que uno puede hacer bien es digno de admiración.
La superioridad, en cambio, es diferente en ambos sentidos. Es un concepto de rango: si tú eres mejor que yo, entonces yo dejo de ser superior. Y podemos hablar de superioridad sin considerar en absoluto si aquello en lo que alguien es superior realmente vale la pena.
Nuestro sistema educativo, al volverse meritocrático y competitivo, ha abandonado la idea de excelencia: formar personas buenas en cosas que valen la pena; y ha adoptado la idea de superioridad: formar personas que simplemente sean mejores que otras en competencias, sin importar si estas competencias producen valor real.
Por eso, por ejemplo, hoy día las universidades de la Ivy League producen tantísimas personas que se van a trabajar en finanzas: el juego de la superioridad por excelencia. No hay evidencia que las finanzas modernas beneficien a la sociedad, pero quienes sobresalen en ese campo se vuelven increíblemente ricos. Lo único que importa es ser mejor que el de al lado. Y en lugares como Yale, Princeton o Harvard, los dos trabajos más comunes tras graduarse son finanzas y consultoría.
Aunque en este caso Markovitz habla específicamente del sistema educativo en EE.UU., me queda claro que el cambio que describe ha afectado profundamente a todas las sociedades que han incorporado una jerarquía basada en el “mérito individual”, el cual, a su vez, basamos en quién tiene más plata — the bottom line, como dicen los gringos.
En esto pensé cuando leí en el diario La Prensa sobre Jaime Alemán, primer panameño en viajar al espacio. Según el “comunicado de prensa” patrocinado por su firma de abogados — porque, por más que uno pague por leer La Prensa, igual tiene que aguantarse todo tipo de periodismo chatarra “contenido publicitario”:
Con 71 años, el Dr. Alemán se convirtió en la primera persona en alcanzar una triple hazaña sin precedentes: visitar los 193 países del mundo reconocidos por las Naciones Unidas, ambos polos y el espacio exterior.
¡Oyesooo!
Que un panameño haya logrado algo nunca antes visto en la historia de la humanidad, además del obvio mérito que tiene, ¡debería ser orgullo nacional! Con Mano’epiedra alcanzamos la cima del boxeo mundial; Mariano Riviera es, de la boca del mismo equipo, uno de los mejores Yankees de todos los tiempos; Rubén Blades ha ganado tantos Grammy’s que hasta podría donar un par. Por mi parte, no me da pena admitir que se me pararon los pelos cuando vi a mi compatriota ondear la bandera panameña al surgir, cual héroe conquistador, de su cápsula espacial.
A rocket maaaaaannn, rocketman!
La pregunta subsiguiente es — después de quién será el segundo panameño en viajar al espacio — ¿cómo lo hizo Don Jaime? Gracias a la cobertura que los medios locales le han dado a su epopeya, nos queda claro que él y su firma son superiores, no sólo a su competencia, sino al resto de la empresa privada panameña. Pero esto, en términos prácticos, ¿qué implica? Específicamente, ¿de qué hablamos cuando hablamos de la excelencia en la practica legal criolla?
Lo que no te enseñan en la escuela sobre historia panameña
El año 1985 fue uno de los más brutales de nuestra historia. Ese 13 de septiembre se halló el cuerpo decapitado de Hugo Spadafora, médico guerrillero y exfuncionario panameño que había denunciado públicamente al dictador de la época, Manuel Noriega, por vínculos con el narcotráfico internacional (entre otros crímenes).
Estas declaraciones reverberarían por todo el país, y hasta Washington, DC, donde la administración Reagan observaba, sin hacer un carajo al respecto, todos los transes de su aliado clave en Centroamérica — donde, en ese entonces, se estaba peleando la Guerra Fría. Dos semanas después, Noriega destituyó a su propio títere presidencial, Nicolás Ardito Barletta, luego que éste anunciase la creación de una comisión pa’ investigar el grotesco asesinato.
Ese mismo año, junto con tres socios, nuestro propio space cowboy fundaba Alemán, Cordero, Galindo & Lee (Alcogal). Desde entonces, según su sitio web, ésta se ha consolidado “como una de las firmas de abogados más prestigiosas de Panamá”. Obviamente, a mi no me consta absolutamente nada de lo que el noriegato significó pa’ los “emprendimientos legales” de la época — Alcogal siendo solamente uno de ellos — pero igual vale la pena pintar un retrato fidedigno de aquel Panamá. Si bien no tenemos NPI sobre las transacciones llevadas a cabo por ninguna de estas firmas durante la dictadura, hoy día sabemos muchísimo sobre el país, y la sociedad, que las vio nacer.
Desde al menos el golpe de 1968, Panamá ha sido el paraíso perfecto pa’ cierto tipo de intermediación: una especie de “servicio de conserje” (concierge service) pa’l capital extranjero ick pero super lucrativo. En particular si el objetivo es esconder su propiedad (ownership), el abogado criollo siempre ha tenido a su disposición, gracias al estado panameño, las más “avanzadas” herramientas legales.
Los dictadores Omar Torrijos y — luego de asesinarlo — Noriega, su jefe de inteligencia militar, convirtieron nuestro país en una especie de Wild West legal y financiero: un lugar donde anonimato y secreto bancario “mata” Constitución Nacional, y donde la CIA, la DEA y el ejército estadounidense se desentendían de la criminalidad llevada a cabo por el régimen militar. Con nuestro Estado y la plataforma de servicios internacionales de intermediarios, los tráficos de drogas a EE.UU. y armas a Centroamérica explotaron, eventualmente, creando una amenaza pa’la seguridad nacional de los gringos, al menos según sus líderes, y acabando con la vida de cientos de miles de nicas, guates y salvadoreños.
Cómo dijo el mismo Dr. Alemán en sus memorias — que deben estar siendo actualizadas en estos precisos momentos — crear empresas fantasmas (shell companies) es un “negocio maravilloso”. Según relata, Alcogal cobró a sus primeros clientes, un grupo de empresarios nicaragüenses, 25,000 dólares por constituir las llamadas sociedades anónimas. La S.A. panameña ha permitido a prácticamente cualquier capital internacional convertirse en una “compañía” local, independientemente de su origen. Desde entonces, ha sido nuestro principal producto de exportación. Alcahueteada por el Estado — en dictadura, una empresa criminal pura y dura — la prostitución de nuestra soberanía se convirtió una fuente de facturación nunca antes vista en Panamá, al igual que la base de las más grandes fortunas del patio.
Inclusive en democracia, nuestros HPutados siguieron legislando, por ejemplo, la fundación de interés privado, basada en el modelo de Lichtenstein (otro paraíso fiscal), pa’ que nadie sepa a nombre de quién, realmente, está cierto capital. Eventualmente, surgieron las cascadas de compañías offshore entre las Islas Vírgenes, Seychelles y demás, estructuras multilayer que hacen casi imposible rastrear a sus respectivos beneficiarios finales. Todo esto, por cierto, lo aprendimos los panameños muertos de la vergüenza luego de la publicación de los Panama Papers.
Venezuela es la advertencia que los panameños no nos cansamos de ignorar (2 de 2)
Y dentro de otros 30, otros 60, 90 años, estaremos todavía en el mundo como una empresa sólida y fuerte. Esa es la herencia que queremos dejar a nuestro país, a nuestras familias, y al mundo. - Ramón Fonseca Mora (qepd), socio fundador, Mossack-Fonseca
Éste, entonces, ha sido el juego de la superioridad al que se ha dedicado, y por el que sería enaltecida, la clase intermediaria panameña. Gracias a las leyes de la República, los socios y demás abogados crack que fundaron y laboran en los grandes bufetes del patio son los MVPs de la economía nacional, dedicándose a la incorporación y “gestión” de estructuras jurídicas diseñadas, principalmente, pa’ encubrir la identidad a sus verdaderos dueños.
¡Que bonita bandera! (bis)
Como parte de su portafolio, los abogados panameños se dedican también al abanderamiento de buques y navíos internacionales por conveniencia — pa’ que entiendas lo que nos valen nuestros símbolos patrios. Otro legado de la dictadura que nunca abordamos seriamente, Panamá, sin astilleros, marineros ni un solo puerto realmente nuestro, es uno de los países con la flota marítima más grande del mundo.
¿Cómo asíaww?
Otra magia que las leyes panameñas le conceden al abogado criollo es la habilidad de “alquilar” nuestra bandera, básicamente, pa’ que el dueño de una embarcación pueda evadir impuestos, esconder su identidad y/o, a menudo, facilitar la violación de sanciones internacionales. Nuestras responsabilidades como “país ventanilla” — la fiscalización de las condiciones de trabajo en el buque, la seguridad ambiental y, sobretodo, la legalidad de la carga — son puro cuento, obviamente, por más que sea negocio redondo pa’ los “empresarios” que lo echan.
Firmas como Alcogal, por su parte, tramitan y “gestionan” estos abanderamientos. Ni venir a Panamá hace falta. También ante nuestra Autoridad Marítima (AMP) — misma cuna de lobos — los abogados criollos actúan como “agentes residentes”. En la práctica, sirven de puente (y filtro) entre el cliente internacional, por un lado, y el Estado panameño, por el otro.
La razón por la que estas embarcaciones eligen la bandera panameña, no te será sorpresa, es la misma por la que todo tipo de criminales, incluyendo nuestros propios legisladores, eligen la S.A. Gracias a esta rosca, el Estado panameño facilita, inter alia, el uso de buques fantasmas, los cuales secretamente transportan mercancía ilícita o sancionada, digamos, petróleo ruso o iraní.
Anonimato y encubrimiento, entonces, es lo que hasta el sol de hoy venden las firmas de abogados panameñas. En particular, ofrecen un variado menú de vehículos legales pa’ éstos y demás propósitos similares. La “competencia” por clientes internacionales buscando que el Estado panameño los proteja de cualquier otra autoridad, es la actividad económica más rentable del patio y, por ende, son sus practicantes los que más mérito (e ingresos) reciben del país.
Como siempre he dicho, esto no es una crítica personal, ni a un solo bufete, sus socios o empleados. Un número considerable de mis familiares y amigos más queridos trabajan arduamente en ésta y otras firmas de abogados panameñas que, igualmente, despegaron como cohetes de Blue Origin durante la dictadura — y, por motivos que desconozco, nunca enfrentaron consecuencias.
Más bien, esto es una crítica sistémica. Cuando un país entero basa su economía en una panoplia de negocios turbios (pa’ no decir otra vaina), los efectos sobre sus ciudadanos van mucho más allá de lo económico. Las competencias sin valor real, usando el lenguaje de Markovitz — aka “sketchy-ass businesses” — infectan al país desde la política nacional hasta la fibra moral del panameño común. De manera clave, además, determinan lo que entendemos por “mérito individual”, y cómo lo remuneramos.
Democracia Mexicana (2000-2024), qepd: ¿Otra advertencia pa' que ignoremos los panameños? (2 de 2)
De la misma manera que los sapiens nos hemos “adaptado” a la degradación de nuestro clima y medio ambiente — gradualmente — los panameños hemos ido normalizando situaciones cada día más misántropas y antisociales, tal y como vimos la semana pasada que hicieron los mexicanos, especialmente aquellos que más se han beneficiado del estatus quo desde que su …
En un par de días, la segunda parte de esta entrega.