Cuando tu ventaja competitiva más rentable es el Estado
(o Cómo funciona la economía panameña, versión criolla, tercera parte)
The greatest trick the devil ever pulled was convincing the world he didn’t exist.
- Verbal Kint
Hoy día, Panamá tiene, per cápita, el Producto Interno Bruto (PIB) de un “país de clase media” (middle-income country). No sólo tuvimos la economía que más rápido creció en toda la región en las primeras décadas del Siglo XXI (2000-2020) – por más que este crecimiento haya sido, como veremos, de muy mala calidad – sino que, además, eventos totalmente fuera de nuestro control, como la implosión de la economía venezolana y la “globalización” (o sea, la explosión histórica del comercio internacional como motor de crecimiento económico), nos beneficiaron considerablemente.
Sin embargo, hoy día también somos uno de los países más desiguales del mundo, lo que quiere decir que la grandísima mayoría de esta plata se ha quedado en la pura punta de nuestra pirámide socioeconómica, dígase, en el puñado de empresas mega rentables que operan en Panamá. Esta manera en que hemos crecido – además de desequilibrada y cortoplacista – ha tenido repercusiones devastadoras para el país.
Los efectos abarcan desde la viabilidad democrática de Panamá – gracias al poder político que han acumulado los más beneficiados de este crecimiento económico – hasta nuestra sociedad, la cual, además de estar intensamente dividida, es la menos productiva de Latinoamérica. El panorama actual del país, bastante turbio, por cierto, nos obliga a examinar este “crecimiento” con un lente más crítico.
El problema, es muy importante dejar claro, ocurre a lo largo de toda nuestra economía. No es por nada que los cuatro sectores más “productivos” del país: minería, construcción, utilidades y la plataforma de servicios, todos están íntimamente ligados al el Estado – ya sea por medio de mercados legalmente restringidos, como los de energía, incluyendo eléctrica, de gas natural y combustible; derechos o beneficios extraordinarios, por ejemplo, el uso exclusivo de infraestructura estatal, como veremos a continuación; o el usufructo de nuestros códigos legales y fiscales, recursos sociales del país, sin remuneración alguna.
El caso de Copa, lejos de ser el único, es el más emblemático de esta extracción de valor y, por ende, es muy útil como ejemplo ilustrativo. A simple vista, la empresa parece estar haciendo las cosas bien – y seguro las hace – contribuyendo a la sociedad panameña y, además, dejando en alto el nombre de nuestro país.
Lastimosamente, no todo es como dicen las cifras oficiales, y demasiados grupos económicos “panameños”, incluyendo los que controlan Copa, aparentan estar creando valor – mientras generan fortunas alucinantes – cuando en realidad, al igual que la mina, mucho de este valor lo están extrayendo del país, sin pagarle al Estado la parte que le corresponde.
¿Orgullo Nacional?
Hablar sobre Copa Airlines de manera sobria, confieso, no es fácil. No solamente es una compañía donde cientos de panameños trabajan durísimo para salir adelante en un mercado “competitivo” – entre comillas, porque la consolidación de la industria ha bajado la competitividad, pero subido la rentabilidad, del mercado de la aviación – sino que algunos de sus mayores accionistas son gente que quiero mucho, y que han sido hasta mentores en momentos claves de mi vida.
Como dije la semana pasada, fuera de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y el 49% de Cable & Wireless Panamá (CWP), las empresas “panameñas” no pertenecen a los panameños, sino a sus accionistas. Copa, no obstante, hoy por hoy es la empresa que más está asociada con nuestro país (ignorando a Mossak-Fonseca, claro está, que la asocian con nosotros por razones muy diferentes). Yo, por muchos años, hasta pifié a Copa como si la compañía fuera mía, una fuente de orgullo nacional.
Afortunadamente, con la vejez te das cuenta de que las cosas no son tan simples, o blanco y negro, como parecen, especialmente en un mundo tan complejo – e interconectado – como en el que vivimos hoy día. ¡Copa es lo mejor que tiene Panamá! ¿Cómo se te ocurre decir que no es un beneficio para el país??? Mira toda la plata que le entra al Estado gracias a Copa, ¡mira todos los empleos que crea!
Por más que, como zombies, muchas veces aceptemos lo que nos dice Mark Zuckerberg y nos cuentan nuestros grupos de Whatsapp, la realidad es que los sistemas – especialmente uno tan complejo como la política económica de Panamá, de la cual Copa Airlines es parte clave – son mucho más complejos de lo que a veces tenemos la capacidad de entender. Especialmente cuando el 90% del tiempo en lo único que pensamos es en cómo vamos a aguantar hasta la próxima quincena, es necesario parar un segundo y analizar bien las cosas.
¿Cuál plata que le entra a Panamá?
Si vamos a examinar de manera justa la contribución económica de Copa Airlines al Estado panameño, debemos tener en cuenta los fenomenales beneficios que la empresa obtiene gracias a su estatus como “aerolínea nacional”, el cual es determinado políticamente, y cuya definición ya ha sido cambiada anteriormente por nuestros gobernantes.
Pa’l que no sabe, las tarifas e impuestos que Copa le paga al Estado parecen una contribución significativa. Sin embargo, estos ingresos representan una ínfima parte del inmenso valor que Copa le saca al aeropuerto de Tocumen, un recurso estatal, sin pagar lo justo por el beneficio.
Como explicamos la semana pasada, Copa disfruta de un monopolio de facto en cuanto a las rutas de conexión de PTY, lo que le otorga una ventaja competitiva que no tiene ninguna de las otras aerolíneas que operan en Panamá; éstas están limitadas por ley sólo a traer pasajeros al país o llevarlos al exterior. Pero más allá de la extracción de valor, esta posición monopolística, es decir, el uso del aeropuerto para conectar pasajeros por Panamá, también implica costosos impuestos escondidos para la mayoría de los panameños.
Por un lado, cada pasajero que Copa “trae” a Panamá para hacer conexión (e irse a otro destino) aumenta la demanda de – y por ende encarece – el boleto para aquellos viajeros que quieren venir a Panamá a quedarse.
¿Por qué?
Porque están compitiendo, por los mismos puestos en los aviones, con aquellos que namás vienen a conectar. Esta es una de las principales razones (pero definitivamente ni la única ni la más importante) por las cuales Panamá, como destino turístico, es tan poco competitivo: ¡llegar acá es carísimo! especialmente si lo comparas con otros destinos regionales.
Aunque esto lo paga el país con una industria turística muy poco productiva y, por ende, una economía menos dinámica y pujante, son las pymes y los emprendedores que dependen del turismo los que más sufren por los extraordinarios derechos que tiene Copa en nuestro aeropuerto.
De manera muy parecida, esta rosca penaliza, además, a todos los panameños que queremos viajar. Aunque muchos nos alegramos cada vez que Copa saca un destino nuevo – ¡más lugares donde podemos ir directo! – de muy poco nos sirve, como panameños, que Copa vuele, por ejemplo, a Austin, Texas: de mis lugares favoritos en EE. UU., y uno de los destinos – es decir, rutas facilitadas por PTY – más nuevas de la aerolínea.
La realidad es que ni yo ni nadie que empiece o termine su viaje en Panamá es el cliente que Copa quiere llevar a – o traer de – la gran mayoría de sus “destinos”. Para esta “empresa panameña”, literal, los panameños (y los turistas que quieren visitar Panamá) somos clientes incidentales, ya que la rentabilidad de la compañía – el mayor valor que pueden extraer – proviene de sus rutas, posibilitadas por PTY, y no en llevar a panameños a ningún lado, ni en traer turistas acá.
Mientras tanto, a nosotros, el monopolio de Copa nos obliga a competir por boletos a Austin – a la misma vez que contra otros panameños que quieren ir – contra millones de sudamericanos, centroamericanos y caribeños que también quieren ir, y que, porque les sale mejor de esta manera – justamente la propuesta de valor de Copa – van por Tocumen, el mismo lugar de donde los panameños despegamos y aterrizamos.
Desgraciadamente, esto representa otro costo más que le impone la actividad económica de Copa a la clase media panameña, que ahora menos puede darse el lujo de viajar al exterior.
¿Pero por qué?
Porque la demanda que genera nuestro aeropuerto como punto de conexión – de la cual Copa Airlines, Sociedad Anónima, lucra enormemente con un monopolio injustificable – hace que su uso como punto de partida/llegada se vuelva más caro de lo que sería en ausencia de las conexiones.
El panameño, en su propio país, se encuentra en desventaja, pagando precios inflados para vuelos que, irónicamente, serían imposible sin su propio – y único – aeropuerto internacional. Y si tú crees que los nuevos gates de la Terminal 2 son pa’ que Copa traiga turistas a gastar en Panamá, o para que podamos viajar más barato los panameños, te recuerdo que ésta no es el negocio medular de Copa.
Todos estos impuestos escondidos, tanto sobre las pymes y emprendedores turísticos, como sobre los consumidores panameños, son plata que sale del país; específicamente, es plata que sale de los bolsillos de los panameños y entra a las cuentas bancarias de los accionistas de Copa (incluyéndome, nominalmente, a mi).
Todo esto, encima de los miles de millones que Copa nunca le ha pagado al Estado panameño por el uso exclusivo de nuestra infraestructura para llevar a cabo su actividad comercial más rentable: conectar pasajeros por PTY.
Cuáles empleos, ¿los que los accionistas queremos eliminar?
Uno de los conceptos erróneos más garrafales que existen en Panamá – que además lo repiten hasta el mareo tanto los medios y redes sociales como nuestros “lideres” empresariales y políticos (la gente que disque sabe) – es que Copa genera empleos.
Esto denota una falta de entendimiento básico de cómo funciona una economía, es decir, cómo la oferta y la demanda – cávea: en condiciones perfectas que nunca han existido – busca llegar a un “equilibrio” mediante el mecanismo de precio.
En el análisis de Copa Airlines como generador de empleos, es imprescindible reconocer que la aerolínea, igual que la gran mayoría de las empresas privadas en todo el mundo, genera el número de empleos estrictamente necesario para satisfacer la demanda por sus productos y/o servicios – y ninguno más.
Esta cantidad está directamente relacionada con la demanda por vuelos / conexiones que ofrece Copa, utilizando PTY monopolísticamente como hub, y no con algún compromiso de incrementar la fuerza laboral para el beneficio económico del país – esta responsabilidad no la tiene ninguna sola empresa, por más “panameña” que sea; en eso tenemos que estar claros.
En pocas palabras, los intereses de Copa y los intereses del Estado panameño, en vez de estar alineados, están en completa oposición. Al menos desde una perspectiva corporativa, la gerencia de Copa debe – por encima de todo lo demás y dentro del marco de la ley – maximizar el retorno para sus accionistas, lo que se traduce en una política de minimizar costos laborales. Versión Criolla: ¡entre menos salarios tenga que pagar la compañía, mejor para sus dueños (incluyéndome, nominalmente, a mi)!
Cada dólar gastado en salarios es un dólar que no se refleja en dividendos para los accionistas o en el valor de la acción. Por ende, la eficiencia corporativa siempre estará por encima de la contribución social de generar empleo – tal y como debe ser, ¡no te confundas!
Si bien es cierto que una consecuencia directa de la expansión de operaciones de Copa – además de los impuestos escondidos detallados anteriormente – ha sido la creación de empleos, el objetivo primordial de la compañía es generar el número óptimo de puestos de empleos que maximice el valor de los accionistas, y para de contar.
Profundizando más en el tema, es fundamental comprender que las plazas de empleo no son creadas por Copa de la nada. Más bien, son el resultado de nuestra infraestructura y las posibilidades que crea PTY como punto geoestratégico de conexiones.
Volviendo al ejemplo de Austin, Texas, dicha ruta depende intrínsecamente de la existencia y capacidad operativa de nuestro aeropuerto, más el espacio aéreo panameño. La demanda generada por estas rutas, y por ende los empleos, no serían posibles sin el apoyo y los recursos que Panamá proporciona, es decir, serian imposibles sin el valor proporcionado por el Estado panameño, por el cual el mismo recibe, relativamente, dos riales a cambio.
Este es un punto crucial que revela la interdependencia entre aerolínea privada e infraestructura pública – por no decir la dependencia, pura y dura, de Copa Airlines en el Estado panameño.
Aun cuando Copa compite con Avianca, por ejemplo, y otras aerolíneas regionales con sus respectivos hubs – que igual sirven a mercados domésticos enormes comparados al de Panamá, y por ende la analogía con Copa no es apta – la pregunta que se hace el guayaquileño que va a Washington, DC, por ejemplo, no es tanto si es mejor irse por Copa o por Avianca (si no hay o está muy caro el vuelo directo), pero mucho más si es mejor conectar por El Dorado (Bogotá) o por el Mall de Tocumen (PTY).
Aunque sus excelentes aviones (inclusive los Boeing, fingers crossed) y el servicio de primera que dan sus pilotos, tripulación y los demás colaboradores que trabajan en tierra, generan parte significativa de la demanda, lo que la gente en realidad paga por un boleto de Copa proviene, más que nada, del valor que crea nuestro aeropuerto como punto de conexiones (hub).
En pocas palabras, la demanda por los servicios de Copa proviene de la ruta, y la ruta la pone Panamá. Los empleos que la gerencia de Copa, hasta cierto punto, se ve obligada a crear – a pesar de su interés intrínseco por reducir costos – son una función de la demanda por el uso de la infraestructura y espacio aéreo del Estado panameño, y de muy poco más en particular.
Soñar no cuesta nada, pero el status quo nos va a costar la democracia
Como espero haber dejado claro, toda economía es una economía política. Otra manera de decirlo es que los mercados no se conciben inmaculadamente, como algunos creyentes les encanta predicar. Los mercados son creaciones humanas, y sus reglas las ponen los que gobiernan. Estas reglas han permitido que ciertas empresas “panameñas” generen ingresos (y acumulen riquezas y poder político nunca antes visto en Panamá) que, si solamente viésemos nuestro PIB/per cápita, pensaríamos que este es un país donde todo el mundo vive bien o, al menos, con dignidad.
Lastimosamente, estos ingresos de leyenda no provienen de la creación o agregación de valor por parte de estas empresas – por ejemplo, mejores servicios a precios más baratos – sino de la extracción de valor por parte de las mismas.
¿A quién le están extrayendo?
En el caso de CWP, era al usuario, es decir, cualquier panameño que usara teléfono o celular, lo cual se lograba por medio del monopolio legal que el Estado (vía los diputados y el Presidente, poniendo las reglas del juego) le concedió a la compañía matriz, Cable & Wireless (C&W).
Copa, por otro lado, extrae precios inflados, más que nada, del mercado local, pero su verdadero valor está en el uso exclusivo de PTY – estructura estatal sin par en la región – prácticamente gratis.
Con la excepción de la ACP, cabe resaltar, la empresa privada es la que extrae la mayor parte del valor de los recursos del país. Sin embargo, esto no es necesariamente un problema para Panamá. En ocasiones puntuales y con incentivos propiamente estructurados, como lo hemos visto ya en varias ocasiones a lo largo de los últimos siglos, la empresa privada muy bien puede ser la que más eficientemente es capaz de extraer el valor de los recursos del Estado.
Al final del día, como veremos, es la manera en que el Estado se encarga – o no se encarga – de repartir lo más justa y equitativamente posible los frutos de esta extracción lo que es, verdaderamente, el meollo del asunto. Lastimosamente, hasta ahora, el Estado nunca se ha encargado de que las empresas que llevan a cabo sus actividades comerciales explotando los singulares y mega-rentables recursos del país paguen lo correspondiente por el privilegio.
¿Qué hacemo’ pue’?
No es difícil imaginarse una política de Estado diferente a la actual, en la cual Panamá se beneficie mucho más – y más directamente, como con CWP – de su propia infraestructura. Una política de cielo abierto, por ejemplo, dejaría que otras compañías privadas, tanto de carga como de pasajeros, pudiesen usar para sus operaciones, no sólo Tocumen, sino también los otros aeropuertos del país.
¿Por qué no cederle estos derechos al mejor postor, como hizo el Canal con Eneos Group, el cual pagó casi $4 millones pa’ colarse y pasar antes que todos los otros buques que estaban haciendo fila?
¿Qué significaría para el país otro Cable & Wireless Panamá, donde el Estado obtenga el 49% de las acciones de un, digamos, “Amazon PTY”, a cambio de cederle a Amazon, Inc. los derechos exclusivos del uso de terrenos y puertos del Estado (tanto aéreos como marítimos), para que lleve a cabo sus operaciones regionales?
Imagínate el siguiente escenario: Panamá le cobra igualmente (por peso) a todos los barcos que llegan al país, pero sólo los de la naviera Maersk pueden transitar por el Canal, es decir, cruzar el istmo. Los buques del resto de las navieras que llegan a Panamá están limitados a cargar/descargar en puertos panameños, pero el Estado panameño le concede a Maersk el monopolio del uso de su infraestructura canalera.
A menos que Maersk le pagase miles de millones al año a la ACP y (por ende, aunque en teoría) al pueblo panameño, nunca aceptaríamos semejante arreglo. Por la misma lógica, a menos que tenga participación en la compañía, que por ahora no la tiene, el Estado panameño no tiene por qué cederle derechos, a Copa ni a nadie, que no tiene ninguna otra empresa privada operando en Panamá.
Por el contrario, la obligación del Estado es maximizar la rentabilidad de sus recursos e invertir estos ingresos a largo plazo, a beneficio del mayor número posible de panameños. Esta obligación, para con los ciudadanos, en muchas ocasiones es contraria a los intereses de demasiados grupos económicos “panameños”, cuyos millonarios ingresos hacen de la captura del Estado un simple costo operativo.
Con toda sinceridad, no me queda claro por qué le concedemos este derecho a una compañía 100% privada que, además, le impone costos serios a la clase media panameña. Para la frustración de muchísimas pymes y emprendedores, esto se nota cada día más en la economía nacional, una de las más desiguales de la región más desigual del mundo.
Sin embargo, lo mejor para ambas partes, tanto para el Estado como para Copa, es el modelo de CWP: una empresa mixta (público-privada) con a) participación estatal del 49%, b) participación de la empresa privada del 49%, y c) participación de los colaboradores del 2%. De esta manera, los incentivos del Estado y la compañía (y de los empleados) quedan totalmente alineados, en vez de uno en contra del otro.
Aunque obviamente esto lo podríamos hacer con cualquier aerolínea, honestamente prefiero hacerlo con la que ya conoce bien tanto la industria del transporte aéreo como el mercado local (que al final es lo que cualquier país con visión busca desarrollar).
Esto fácilmente se podría hacer, primero, cambiando la definición oficial de “aerolínea nacional” a una compañía con mínimo 49% de participación del Estado y, segundo, negociando con los accionistas de Copa, como hicimos con los dueños de los Corredores Norte y Sur.
Para Panamá, obviamente, lo más fácil y eficiente sería darle a la ACP, no sólo los aeropuertos sino los puertos marítimos también, y simplemente dejar que los corra – como lo hace tan fenomenalmente con nuestro activo más importante – mientras la blindamos aún más de la política, repartiendo los ingresos directamente y por igual a todos los panameños.
Así hacen en Alaska con las regalías del petróleo; aquí podríamos hacerlo por medio de la cédula, y por ahí mismo bancarizas a costo a toda la población, otro bien social que no existe en Panamá gracias a nuestro bendito “modelo”.
Sin embargo, el mayor provecho que le podemos sacar de nuestros activos, incluyendo a Tocumen, está mucho más en los mercados e industrias que estos activos podrían hacer crecer, y menos en los dólares que le entren al Estado (aunque esto, igual, nos beneficiaria enormemente – ¡además es nuestra plata!)
Economía Política con Políticas Económicas
Este finde estuve en el Micro Brew Fest (MBF) en Ciudad del Saber. Aunque le quiero dedicar una edición entera a esta industria full criolla – cuyo éxito de verda es un orgullo nacional (¿se acuerdan del primero en Mi Pueblito?), y sucedió a pesar del Estado panameño, no gracias al mismo – siento que es el perfecto ejemplo del tipo de industrias y mercados locales que debemos desarrollar en Panamá, con al menos parte del gran valor que se extrae de nuestros recursos.
¿Se imaginan si el 49% de los ingresos de Copa se utilizaran para subsidiar, durante el increíble verano panameño, un Circuito Nacional de Festivales? Que tengamos eventos como el MBF y el Jazz Fest todos los fines de semana, por 6 meses, de diciembre hasta mayo. Es más, esa plata no tendría ni que salir del aeropuerto; se la podríamos entregar al turista que se quede en Panamá para que se la gaste aquí.
Por ejemplo, podríamos darle “cédulas turísticas” con $100 cada una, que puedan usarse como tarjetas de débito a lo largo y ancho del país, a todos aquellos que se queden en Panamá un mínimo de 3 noches. ¡Imagínate lo que esto significaría para las pymes y emprendedores del sector turístico!
Hasta el sol de hoy, el “modelo” histórico panameño ha sido subsidiar industrias, incluyendo el turismo, por medio de incentivos fiscales para “proyectos” (dígase, subsidiar la oferta turística, que igual sirve para enriquecer, más que nada, a los mismos de siempre: la Capac, el Suntracs y la plataforma de servicios).
¿Por qué mejor no subsidiamos la demanda turística por nuestro país, con ingresos provenientes de nuestra propia infraestructura, y así atraer inversión que busque satisfacer esta demanda, tanto local como extranjera? (por cierto, si piensas que el programa Stopover de Copa ayuda al turismo local, estoy interesado en venderte una máquina del tiempo en forma de DeLorean)
En vez que una compañía privada se quede con toda la plata que genera Tocumen, facilitando conexiones a todo el continente, ¿por qué no usar una empresa mixta – que igual funciona con el afán de lucro (profit motive) – para desarrollar conexiones entre Tocumen y: San Blas, Venao, Río Hato (Riviera del Pacífico), Bocas del Toro, Coiba, Isla Escudo de Veraguas, El Valle, Piñas, La Guaira, San Francisco de la Montaña, El Golfo de Chiriquí, Boquete, Volcán, etc.?
Podríamos usar la participación del Estado en esta compañía público-privada (CopaTY Airlines, maybe?) para construir la Terminal 3, una estructura multimodal que conecte – por avión, avioneta, bus, o taxi/Uber/transporte particular – a PTY con todos los destinos turísticos del país, con la misma eficiencia con la que Copa conecta al resto de las Américas vía nuestro aeropuerto.
Yo hasta le daría la mitad de los ingresos del Estado (24,5%) de vuelta a Copa – claramente detallado en un contrato – para que los invierta en sus programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Ya la aerolínea apoya – como estrategia de RSE, dígase, relaciones públicas – al Jazz Fest, el festival de cine internacional (IFF) y otros eventos locales asociados con el turismo y la cultura, los cuales representan enormes beneficios tanto para la economía como para la sociedad panameñas. No solamente ya tiene relaciones establecidas con estas fundaciones, sino también cuenta con empleados y el know-how para apoyar estas causas de manera eficiente.
¿Por qué no dejar que lo sigan haciendo, con el Estado solamente cerciorándose que el presupuesto de RSE sea el 24,5% de los ingresos de la compañía, en vez de el sencillo que generalmente le asignan las grandes compañías a sus obras de “ciudadanos corporativos responsables”?
Nuevamente, esto no se trata de quitarle plata a nadie; esto implica simplemente cerciorarse que los ingresos provenientes de los activos nacionales se reinviertan en la economía nacional, en vez de en las economías de Miami, Breck, Oporto, los Andes Argentinos, o cualquiera que sea el destino de moda de los yeyos del patio (incluyéndome a mi).
Es la responsabilidad del Estado asegurarse que todos los recursos nacionales rindan lo más posible para el país a largo plazo, y no para una sola compañía interesada, más que nada, en el precio de su acción.
Aún más importante, sin embargo, es responsabilidad del Estado que este rendimiento se re-invierta en la economía nacional, para que ésta se reproduzca (crezca) de manera sostenible y prosocial. Así están supuesto de funcionar las economías bien diseñadas, hasta que son capturadas.
La bomba de tiempo no es sólo el Seguro
Además, esto también es una cuestión de justicia, y hasta de la viabilidad de Panamá como Estado relativamente libre y democrático, la cual parece estar en duda estos días. Los ingresos provenientes del valor extraído del recurso nacional son, precisamente, lo que está en juego hoy – aún después del fallo en contra del nefasto “acuerdo” minero que, además, como si fuera poco, fue firmado por dirigentes repletos de conflictos de intereses.
Los panameños simplemente no podemos seguir dejando que intereses privados, nacionales o foráneos, generen fortunas con la ayuda del país, dígase, explotando su posición geográfica, infraestructura física y legal – y hasta su población como mercado cautivo – sin cobrar lo que nos corresponde, como ciudadanos de este Estado, por estos beneficios.
Los que dicen que Panamá “necesita” la minería están sólo parcialmente en lo cierto: pronto, definitivamente, vamos a necesitar otra fuente de ingresos serios que no sea el Canal, ya que, como lo más importante que “produce” Panamá es el agua de lluvia que lo alimenta, y sin la cual el Canal no puede operar, el cambio climático hará que nuestra gallina de los huevos de oro ponga de manera menos predecible.
Esto bien podría ser catastrófico para el país. Como mínimo, presupuestar el gasto público será cada año más difícil e incierto (y ni hablar de la CSS, ¡ou mai gat!). Por consiguiente, necesitamos con urgencia aumentar las recaudaciones.
Lo que NO es cierto, sin embargo, es que este aumento debe venir de una mina metálica cuyos costos ni beneficios tenemos del todo claros, y que muy bien podría resultar en una pérdida neta para el país – aunque seguro no para la multinacional, First Quantum Minerals (FQM) – cuando se haga la debida contabilidad en algún futuro.
El Estado panameño ya tiene acceso a varias fuentes de ingresos, incluyendo su territorio e infraestructura física, la cual no solamente es el Canal, sino todos sus puertos, tanto aéreos como marítimos, y hasta su red vial. Ya es hora de sacarles el debido rendimiento.
Es más, si de verdad queremos aprovechar a la extracción de metales, de manera prosocial y a largo plazo, lo mejor sería asociarse con una multinacional, igual que hicimos con la británica Cable & Wireless (49-49-2), para instalar en Panamá la mayor parte posible de la cadena de valor de los productos que utilizan estos metales – es decir, en fabricas que usen el cobre para, por ejemplo, construir las baterías de todo lo eléctrico que el planeta requerirá para un futuro libre de CO2 – y por fin generar demanda amplia para mano de obra calificada local.
Pobre de mi pueblo enano
Juan Luis Guerra se preguntó en Areito ¿Si de aquí saliera petróleo?, imaginándose la bonanza que la extracción de este recurso significaría para su pequeña isla. Lo que no se dio cuenta, porque pocos en ese entonces lo veíamos así, es que ya Dominicana tiene su petróleo, igual que Panamá.
En este país nos llueven divisas casi que por intervención divina, pero inexplicablemente tenemos demasiada gente viviendo en condiciones infrahumanas, una clase media que cada día se siente que trabaja más para recibir menos, y la mano de obra peor calificada de la región; todo esto, a la par con algunas de las empresas más rentables del continente.
A menos que queramos que esta desigualad, y los resentimientos que engendra, termine por dividir a Panamá, y que así llegue un populista al poder (de derecha o izquierda, son igual de malos), entonces pensemos como podemos, como ciudadanos del Estado, extraer el mayor valor de nuestros propios recursos, los cuales son casi únicos en el planeta.