Cuando Adam Smith habló del mercado libre, se refería a "libre de rentas"
(o “Cómo funciona la economía panameña, versión criolla, segunda parte”)
Como hablábamos la semana pasada, Cable & Wireless Panamá (CWP), empresa mixta (publico-privada) que por muchos años gozara del monopolio nacional de las telecomunicaciones, ha generado millones de dólares anualmente para sus accionistas, incluyendo el Estado panameño, desde su creación en 1997.
Por un lado, estos millones fueron, por muchísimos años, rentas económicas que el Estado panameño le clavó a su propio consumidor, por medio de tarifas telefónicas infladas y/o servicios poco competitivos en un mercado legalmente monopolizado.
A su vez, la participación del Estado en CWP aseguró que casi la mitad de las rentas extraídas de los consumidores panameños fueran, hasta cierto punto, recapturadas por el país, lo cual ha significado enormes beneficios para todos los panameños, aún hasta hoy.
Esta captura de rentas – o, más bien, la falta de ella – no sólo tiene enorme influencia sobre nuestro panorama socioeconómico, sino que, si podemos cambiar un poco el bendito “modelo”, específicamente para capturar el valor extraído del Estado por algunas empresas bien posicionadas, podríamos tener un país más justo, más prosperó y, lo más importante, más unido.
¿Qué carajo son las rentas?
Cuando Adam Smith, el famoso padre de la ciencia social conocida como economía, hablaba del mercado libre – pa’ que tu sepa’ – se refería a “libre de rentas”, es decir, libre de cualquier tipo de ingreso para los vendedores de un producto o servicio por encima del valor que éstos le agregasen al mismo.
En el caso de CWP, las rentas extraídas se reflejaban en los altos precios que cobraba por sus servicios de telefonía (fija y luego celular), sin que el consumidor panameño tuviese proveedores alternativos – precios muy por encima del valor real de los servicios, y considerablemente más altos de lo que hubiesen sido con competencia. De esta manera, CWP extraía mucho más valor de los usuarios, en pagos de tarifas telefónicas, de lo que les prestaba con sus servicios.
Vale la pena recalcar que estas rentas – a pesar ser un literal peso muerto con el que carga el consumidor, especialmente el emprendedor – cuentan igual que cualquier otro ingreso hacia el valor final del Producto Interno Bruto (PIB) de un país, es decir, hoy día se las sumamos al PIB, en vez de restárselas.
Aunque hablaremos de esto en ediciones siguientes, éste es uno de los mayores problemas con las teorías económicas que hoy usamos para justificar los fenomenales ingresos de algunas compañías, tanto en Panamá como alrededor del mundo. Los números dicen algo, pero reflejan una realidad muy distorsionada.
Por ejemplo, si en Año 1, CWP generó $100 millones en beneficios netos totales y, el año siguiente, sin cambiar absolutamente nada más que sus tarifas, generó $150 millones, el PIB de Panamá en Año 2, igual que los ingresos de CWP, incrementó por $50 millones. Por más que en términos reales esta plata no haya sido más que un incremento directo, puro y duro, en el costo de la vida de los panameños – incluyendo el de hacer negocios – sin agregar valor real a cambio, el PIB de Panamá igual crece por 50 millones.
Piénsalo, ta focop…
Correspondientemente, después de la apertura del mercado de las telecomunicaciones, los ingresos de CWP, a pesar de que disminuyeron, incrementaron enormemente su valor.
¿Como así?
Aunque el monto anual de los ingresos del Estado en materia de su participación en CWP cayó considerablemente cuando abrieron el mercado – una vez ya no tienes monopolio, no es tan fácil extraer valor – la fuente (o la naturaleza) de la plata que el Estado recibía también cambió: mientras que el chequezón que cada año CWP le rayaba al “pueblo panameño” era plata que la empresa le había quitado a sus usuarios simplemente porque podía – en vez de plata que los usuarios voluntariamente le entregaban, luego de examinar la competencia, a cambio de productos / servicios innovadores y de calidad – ahora, con otros proveedores en el mercado, la plata de CWP vendría, más que nada, del valor creado / agregado por la empresa.
En otras palabras, después de la apertura, el dinero de CWP que le correspondiera al país, encima de su valor inherente – lo que podíamos comprar con él – también sería el resultado directo de una economía más dinámica y competitiva, con más productos y servicios de calidad a precios accesibles para la gran mayoría de los panameños.
Es más, recuerdo perfectamente cuando, a finales de los ’90 / principios de los 2000, las tarifas telefónicas – prepago y pospago celular – empezaron a caer rápidamente, y los celulares se pusieron tan baratos que, de repente, parecía que todo el mundo tenía uno. Había 4 compañías en el mercado, técnicamente un oligopolio, pero al menos las veías compitiendo entre ellas, como mínimo, en materia de precio.
En vez de actividades que representan una carga económica para los usuarios – y mental, por el estrés que casi siempre genera un alza de precios – éste es el tipo de desarrollo, no solamente sostenible, sino prosocial que en Panamá bien podríamos tener con una economía capitalista bien diseñada (recuerda, toda economía es una economía política).
Así es, precisamente, como los filósofos y científicos de la Ilustración Escocesa, como Adam Smith, veían el rol de los mercados: como herramientas para el bien social / nacional, y no como un bien en sí.
Mentira, tampoco voy a asumir que sé a qué se refería Adam Smith cuando escribió todas las cosas que publicó durante su carrera (algunas sumamente simplistas sin el contexto apropiado), en la segunda mitad del Siglo XVIII. Así como Jesús – que mientras algunos lo ven como revolucionario empeñado en voltear por completo el orden social de su entorno, otros predican que murió en la cruz para todos pudiésemos ser millonarios (con sólo enviar $20 al yappy que aparece en pantalla) – las diferentes versiones de Smith están todas filtrada por el contexto, y el meatsuit, de quien cuenta su cuento.
Lo que sí me queda claro, sin embargo, es que, para Smith y muchos de sus contemporáneos europeos, la extracción de rentas era el principal obstáculo en el camino hacia La Riqueza de las Naciones. Igual que en su época con la Compañía de las Indias Orientales (British East India Co.) – la OG multinacional británica, prácticamente un imperio privado (de sus accionistas) que controlaba más comercio mundial, y por ende pudo extraer más valor, que cualquier multinacional desde entonces – los mercados en nuestros tiempos también son fácilmente capturados por empresas bien posicionadas, la mayoría de las veces, políticamente.
Hoy en día, sin embargo, la extracción tiende a ser más sutil, y viene acompañada de impresionantes presupuestos de marketing y RR.PP. – stakeholder outreach, aveces le dicen – entonces debemos prestar un poco más de atención, especialmente en nuestro demasiado acelerado día a día.
No es lo mismo tu hermana en el jardín del Edén…
Hay varias maneras en que la “empresa privada” puede extraer valor del Estado; la concentración del poder de mercado, o sea, los monopolios, duopolios y oligopolios de los que, seguramente, has escuchado hablar (Boeing, por ejemplo) – es solamente una de ellas. A continuación, veremos el ejemplo de una compañía “panameña” que extrae sus rentas de manera más criolla.
Antes, no obstante, quiero recalcar que, a pesar que cifras como el PIB no las distinguen claramente del resto de las transacciones productivas de la economía nacional, las rentas económicas son dinero que, aunque no provenga de lo que hace la empresa – o de lo que hace mejor que la competencia – casi siempre va directamente a los bolsillos de sus dueños.
En vez de ser reinvertida de manera productiva – tal y como los economistas “clásicos” tenían en mente, para para que se reprodujera – esta plata termina, más que nada, en el desenfrenado consumo competitivo de aquellos que la extraemos. A pesar de que en mis tiempos solo se veía en ciertas ocasiones – Carnavalitos, Debutantes, algunos viajes de quinceañeras – hoy día lo vivimos 24/7 en un doom loop de incesante comparación y expectativas imposibles que generan las redes.
Desgraciadamente para el país, todos esos viajes a #Breck durante #Breckseason, aunque nos hace sentir #blessed a los que la gastamos, son plata que no dirigimos hacia:
1) inversión en tecnología criolla – innecesaria sin competencia y, por ende, inexistente en Panamá, fuera de tal vez algunas compañías en uno o dos nichos;
2) ahorros locales – en territorio negativo desde hace décadas, por lo que hemos sido una nación deudora generación tras generación, pero – idealmente, la esperanza es lo último que se pierde – para invertirlos en capital semilla para el emprendimiento, o simplemente;
3) consumo local – en todo tipo de mercados, lo cual incrementaría la demanda agregada para las pymes del patio que la satisfacen o, mejor aún, incentivaría la creación de nuevas empresas con este propósito.
En Panamá, gracias a la inédita extracción de valor que existe en la economía local, no solamente carecemos de los bienes sociales que generan las economías capitalistas bien diseñadas, sino que, como si fuera poco, el panameño echa’o pa’lante que quiere emprender, educarse, o simplemente no quedarse atrás – o sea, pa’ la clase media – lo que hay es deuda: una bomba de tiempo que preferimos ignorar, tanto a nivel individual como soberano, pero que tendremos que afrontar tarde o temprano, a las buenas o a las muy freakin malas (y otra de las grandísimas roscas que hay en el patio que nos tiene en este retroceso socioeconómico).
Ahora, por si no te quedó claro, el valor extraído por la multinacional Cable & Wireless en Panamá fue bíblico – lo que muchos llamarían neocolonialismo – primero, con un monopolio de telefonía fija y, luego, con un duopolio (junto con la estadounidense Bell South) los primeros años de la telefonía celular en Panamá.
Créanme cuando les digo que, así como – eventualmente, ¿quién sabe hoy? – la privatización del Intel le “retornó” al país un sistema de telecomunicaciones relativamente moderno (para la época), los usuarios de este sistema pagamos hasta el último centavo por esta inversión, y la verdad es que nunca sabremos si a cambio recibimos algo de similar valor.
La grandísima diferencia entre CWP, sin embargo, y el resto de las compañías “panameñas” que extraen valor del Estado – y esto es la parte clave del asunto – es que casi la mitad de las rentas extraídas de los panameños por CWP regresaban a Panamá, gracias a la participación del Estado del 49% en la compañía que se estipuló en el contrato.
Digo técnicamente, obvio, porque seguro buco se lo quedaba el otro grupo que extrae valor del Estado: los políticos; pero tampoco se lo robaban todo. Además, los colaboradores de la empresa – la mayoría de ellos, panameños cracks – se quedaban con su ñapita del 2%. En serio, ¡bien por ellos!
Entonces, aunque evitar las rentas económicas 100% es casi imposible, si existen maneras, como vemos en el caso de la empresa público-privada CWP, para que el Estado subsane al menos parte de esta extracción, mediante, inter alia, participación directa en compañías con derechos o “beneficios” especiales.
Recuerda que toda economía es una economía política, o sea, la diseñan los políticos, como hizo el gobierno del Toro cuando estructuró el “mercado” de las telecomunicaciones panameño. Lastimosamente, este tipo de estructuras es precisamente lo que no usamos – pero deberíamos – cuando las empresas más rentables del patio operan en base a la explotación del recurso nacional.
The Value of Everything
El ejemplo de “monopolio” más trillado en Panamá es el de Copa Airlines, pero vale la pena re-examinarlo con el lente de creación vs. extracción de valor, ya que nuestra aerolínea “nacional” no es un monopolio de la manera que lo era CWP – al menos no a simple vista.
Popularizado por la economista y catedrática Mariana Mazzucato en su libro “El Valor de Cosas: Quién produce y quién gana en la economía global”, este punto de vista distingue entre dos formas fundamentales en que las empresas pueden generar riqueza: la creación de valor y la extracción de valor. Utilizando ChatGPT, aquí tienes un breve resumen.
La creación de valor implica producir bienes o servicios que son valiosos para la sociedad y contribuyen al bienestar económico general. Las empresas que se centran en la creación de valor buscan innovar, mejorar la productividad y, en última instancia, ofrecer algo que antes no estaba disponible o que mejora significativamente sobre lo que estaba disponible. Este enfoque puede incluir la inversión en investigación y desarrollo, la mejora de procesos, la formación de capital humano y la construcción de infraestructura. Estas actividades tienden a ser beneficiosas no sólo para la empresa que las realiza, sino también para la economía en su conjunto, ya que pueden conducir a una fuerza laboral más educada y calificada, una sociedad más saludable y una base industrial más robusta [mi énfasis].
Por otro lado, la extracción de valor ocurre cuando las empresas generan ganancias a través de medios que no contribuyen proporcionalmente al bienestar económico general. Esto puede incluir la manipulación de mercados, el aprovechamiento de posiciones monopólicas o duopólicas [u oligopólicas] para fijar precios altos, el cabildeo [lobbying] para obtener subsidios gubernamentales o condiciones regulatorias favorables que limitan la competencia, y la explotación de recursos naturales [o sociales] sin una compensación adecuada para el Estado o la sociedad. En lugar de añadir valor nuevo o mejorado al mercado, la extracción de valor a menudo redistribuye la riqueza de la sociedad en general a los propietarios o accionistas de la empresa, posiblemente a expensas del bien común y sin una inversión correspondiente en el futuro económico de la sociedad.
¿Qué es una “compañía panameña”?
Lo otro de suma importancia para nuestra discusión es que las compañías panameñas no existen. La única compañía panameña es la Autoridad de Canal de Panamá (ACP), la cual, luego de pagar costos y re-invertir adecuadamente, le entrega el 100% de sus ingresos al Estado. Estos ingresos provienen del valor que las navieras derivan del uso de – y por el cual le pagan al – Canal de Panamá; es decir, le pagan al Estado panameño por el valor que derivan del uso de sus recursos, en este caso, sus infraestructura y aguas territoriales.
Por otra parte, todas las sociedades anónimas, incluyendo Copa, pertenecen a sus accionistas, o sea, a intereses privados, tanto naturales (personas de carne y hueso) como jurídicos (sociedades anónimas).
Es más, el director ejecutivo de Copa tiene la responsabilidad fiduciaria de maximizar el valor las acciones de la compañía. Mi interés como accionista (nominal) de Copa es que la gerencia de la empresa no escatime esfuerzo alguno para incrementar mis dividendos y/o el precio de mis acciones, incluyendo gastar lo menos posible en, inter alia, impuestos y tarifas aeroportuarias pagadas al Estado panameño.
Entre menos pague al país Copa de los ingresos que genera – o a sus colaboradores, que son panameños en vida real – más valen mis acciones, y como accionista espero que mi CEO tenga esto sumamente claro. Mi interés como ciudadano del Estado panameño, entonces, y mi interés como accionista de Copa, están en conflicto directo.
Cuando el valor creado es, en realidad, valor extraído
Veamos como Copa, S.A., compañía que cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York [NYSE: CPA ] explota el recurso panameño – en este caso, su infraestructura y espacio aéreo – para competir en el mercado de transporte aéreo internacional sin pagarle al Estado, ni justa ni correspondientemente, por el beneficio.
Como todos saben, Copa usa el Aeropuerto Internacional de Tocumen (PTY), un recurso estatal, para conectar pasajeros entre varios destinos de las Américas. Este derecho, aunque técnicamente exclusivo “de las líneas aéreas nacionales”, es en la práctica lo que le permite a Copa llevar a cabo su actividad comercial medular, la cual le genera cientos de millones en ingresos cada año – a sus accionistas.
Esta actividad, lastimosamente para el país, tiene muy poco que ver con traer turistas a Panamá o con llevar panameños al exterior, y casi todo que ver con llevar pasajeros – vía Panamá – de Punto A a Punto B. Para esto, Copa se sirve del uso monopolístico, o sea, exclusivo para todos los efectos prácticos, de nuestro aeropuerto en Tocumen como su Hub de las Américas. El título proviene del modelo de transporte conocido como hub and spoke (en español, "centro y radios"), el cual es ampliamente utilizado en varias industrias, especialmente en el transporte aéreo y de mercancías.
En el contexto de la aviación, un hub es un aeropuerto central, o nodo, que es utilizado – en el caso de Panamá, exclusivamente por Copa – para concentrar el tráfico de pasajeros y vuelos: desde este punto central, los vuelos salen hacia diferentes destinos, que son los spokes (radios). Mediante este sistema, las aerolíneas con permiso para usar un aeropuerto como su hub pueden operar de manera más eficiente, concentrando sus operaciones en un punto central y ofreciendo una red de rutas más extensa a los pasajeros.
Tocumen funciona como el hub de Copa – y de Copa nada más – conectando múltiples destinos dentro de las Américas; su ubicación geográfica estratégica hace que sea un punto ideal para conectar pasajeros entre América del Norte, Central, del Sur y el Caribe.
Por consiguiente, el servicio que presta (o producto que vende) Copa – específicamente, el valor que le brinda a, y por el cual le pagan sus clientes, conectándolos de Punto A a Punto B por PTY – no sólo sería imposible sin el uso de la infraestructura (y espacio aéreo) del Estado, sino que es precisamente esto lo que le permite a Copa competir con otras aerolíneas privadas, por ejemplo, LAN Chile y Aeroméxico, en vuelos directos entre, digamos, Santiago de Chile y Cancún, México.
Por cada boleto que vende entre Santiago (A) y Cancún (B), o sea, en la ruta Santiago-PTY-Cancún, Copa recibe el 100% del valor del boleto, mientras que el aeropuerto / Estado no recibe prácticamente nada. Copa puede ofrecerles valor a los clientes de esta ruta, una de tantas mega lucrativas de la compañía, porque, gracias a la conexión vía Panamá, Copa también puede llevarlos de Santiago a Cancún, y viceversa.
La propuesta de valor de Copa, es decir, un vuelo vía PTY más barato – o de alguna manera más conveniente – que el vuelo directo de Aeroméxico o LAN, existe gracias a PTY y a la reglamentación local del mercado. Si no se le compensa al Estado correspondientemente por este tipo de uso, esto es, simple y llanamente, extracción de valor. Básicamente, el valor que Copa provee a sus clientes – aunque seguramente deriva, en parte, de sus aviones y su servicio de primera – deriva principalmente de sus rutas aéreas, posibilitadas por el uso exclusivo de un activo del Estado.
A diferencia de CWP, que desde 1997 inyecta al Estado panameño millones de dólares cada año por el valor que por muchísimo tiempo pudo extraer de su monopolio legal en la telefonía fija, Copa no le paga un centavo al país, más allá de las tarifas aeroportuarias e impuestos que pagan por igual todas las otra aerolíneas, por el valor que extrae del monopolio del que goza en Tocumen para conectar pasajeros.
Las otras aerolíneas que usan nuestro aeropuerto, también compañías privadas, sólo pueden traer pasajeros a, o llevárselos de, Panamá.
(Por esto, asumo, Aeromexico no renovó su vuelo de Ciudad de México a PTY después de la pandemia, dejando a Copa siendo la única compañía que vuela entre Panamá y México: la gran mayoría de los mexicanos que vienen a Panamá, vienen a conectar, entonces el destino se vuelve muy caro pa’l mexicano que quiere bajarse del avión y dejar plata aquí.
Este es otro de los costos del monopolio de Copa, pero es diferente a la extracción directa de rentas (por medio de su uso exclusivo de Tocumen, sin pagar por el beneficio, para llevar a cabo sus conexiones).
Un Canal de Panamá aéreo, ¿solamente para una compañía?
En este sentido, el negocio de Copa es mucho más parecido al de navieras como Maersk, las cuales usan Panamá para llevar mercancía de Punto A a Punto B – por ejemplo, de Shanghái a Rotterdam – con la gran diferencia que Maersk le paga al Estado panameño un billetón por este beneficio, y el país se queda con el 100% de los ingresos.
Esto no significa que Copa, por medio de su hub / nuestro aeropuerto, no compite con otras aerolíneas privadas que también gozan de su propio hub en otros países relativamente céntricos, por ejemplo, Avianca con el aeropuerto de Bogotá.
No obstante, esto solamente significa que el valor que Copa extrae del aeropuerto de Tocumen como su hub no es tan grande como el que Maersk extrae del, y compensa por, al Canal. ¿La razón? Al menos hasta ahora, el Canal de Panamá no tiene competencia directa, digamos, como el aeropuerto de Tocumen tiene con el aeropuerto de Bogotá.
Copa, sin embargo, sigue extrayendo valor considerable del aeropuerto – un activo del Estado panameño – por el cual no lo compensa correspondientemente. Por ende, el Estado panameño, mediante sus leyes, o sea, las reglas del juego (escritas por los mismos políticos corruptos que “no hacen más que robar”) permite que una compañía privada explote el recurso nacional sin pagar lo justo por el beneficio.
Monopoly Money
No tenemos más que ver los márgenes operativos de Copa para darnos cuenta de la rosca que tiene, efectivamente, una compañía privada con uno de los activos más importantes del Estado panameño. Como informa Reportur, fuente de “noticias de turismo de América Latina para profesionales”, Copa tiene márgenes operativos del 20%, mientras que la media de la industria es del 3%.
Ahora, no hay duda de que Copa es una super aerolínea y que dan un servicio de primer mundo, tal vez de los mejores de la industria, pero me queda muy claro, también, que una parte considerable de estos márgenes – que harían a cualquier emprendedor del patio arrodillarse con el corazón lleno de gratitud ante su respectivo todopoderoso – son gracias al monopolio legal que tiene Copa en Panamá, específicamente, con el uso de Tocumen y el espacio aéreo panameño.
Una compañía privada extrayendo valor del recurso nacional, especialmente de manera monopolística y sin compensar adecuadamente al Estado, es, al menos en términos generales, de lo mismo que se le acusa a First Quantum Minerals (FQM); y a Hutchinson, y a ICA, y a Picsa, y a London & Regional, etc., pero nunca, ojo, a C&W.
El cuento que Copa y sus defensores nos han servido, y que “orgullosamente” nos hemos comido desde hace ya varios años, es que la aerolínea no es un monopolio, ni mucho menos. El uso de los aeropuertos internacionales se rige por los “derechos de libertad” de la aviación, los cuales determinan quién puede volar, aterrizar y operar en cada país. Estos derechos son acordados por el gobierno vía tratados multi- y bilaterales, lo cual es política pública, que nada tiene que ver con intereses privados, ni de Copa ni de ninguna otra sociedad anónima.
En teoría, esto es verdad: cualquier aerolínea “panameña” puede, técnicamente, utilizar Tocumen u otro aeropuerto panameño, como su hub. ¿Por qué no vemos, entonces, otras aerolíneas compitiendo con Copa? Según Reportur, “la falta de competencia en [Panamá] ha sido frecuentemente criticada por [los competidores de Copa], quienes también han puesto el foco en los problemas políticos [mi énfasis] cada vez que quieren operar en un aeropuerto del que dicen que sus gobernantes respaldan a la aerolínea principal, aún cuando una mayor oferta tuviera también efectos positivos”.
Nuevamente, no dejes que nadie te diga que la economía no es política. ¡Lo es full! Como explica Mazzucato, y como planteé en mi introducción, los grandes grupos económicos (no solamente Copa, y no sólo en Panamá) utilizan sus considerables recursos financieros, incluyendo la influencia que ejercen sobre todo tipo de medios de comunicación de gran alcance – por no hablar de sus “contribuciones” a campañas políticas – pa’ alinear los intereses del Estado, o sea, los intereses de los ciudadanos, con sus propios intereses, generalmente comerciales.
Este cuento es reforzado por incesantes campañas de marketing, incluyendo sobre las actividades del departamento de Responsabilidad Social Empresarial de la compañía. Lastimosamente, al final del día no importa cuantas veces Copa lleve a la sele al mundial, o la cantidad de niños que bequen. No solamente como país, sino como clase media, tenemos que estar claros: los intereses del Estado panameño y los intereses de Copa Airlines, Sociedad Anónima, no son los mismos, y muchas veces están hasta en completa oposición.