Panamá, Tierra de Oportunidades: ¿Cómo se vería una democracia de Clase Media Amplia?
o "Algunas ideas no tan dispersas sobre como salimos del hueco, Versión Criolla, tercera parte"
Pa’ que podamos re-invertir la riqueza generada en Panamá, como sugerí en la última edición, de manera que genere más y mejores oportunidades de alcanzar una vida de clase media, primero, tenemos que reformar nuestro Estado. Hoy por hoy, no importa quién está en gobierno, y quién en oposición – si es que tal diferencia todavía existe, después de la podrida alianza que consiguió hace unos días la presidencia de la Asamblea – el Estado panameño, en vez de ser un aliado de la Clase Media Amplia (CMA), es su principal verdugo.
Ya sea mediante costos fiscales, es decir, los impuestos que les cobra, o burocráticos, tanto por incompetencia institucional como por corrupción pura y dura; para los asalariados, los emprendedores y las pymes del patio, el Estado no hace más que joder.
Cabe destacar, sin embargo, que mientras estos costos tienden a ser mortales pa’ las pymes y el emprendimiento en general, pa’ los grandes grupos económicos – especialmente cuando tienen todo tipo de insiders en el gobierno de turno – son simples costos operativos.
Esto desincentiva la creación de nuevas empresas, o sea, disminuye la competencia, y, por ende, aumenta aún más los márgenes de las multinacionales y los grandes grupos locales que operan en Panamá – lo cual es otro costo pa’ la CMA, ahora, como consumidora (en vez de productora) en forma de precios irrisorios, especialmente en cuanto a vivienda y la crianza de los niños, que hacen que la vida de clase media sea prácticamente inalcanzable.
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Hasta la fecha, la CMA ha cargado el peso de un sistema en el cual nuestros dirigentes fácilmente sucumben al patrimonialismo: vendiéndose al mejor postor, cobrando millones a cambio de votos legislativos y decretos ejecutivos; o al clientelismo, proveyendo acceso al Estado a sus votantes más pobres, e ignorantes, a cambio de los votos electorales que los mantienen en el poder (donde continúan extrayendo valor, más que nada, fungiendo sus labores oficiales de acuerdo a los intereses de aquellos que más plata o, de vez en cuando, más votos puedan darle.
Como consecuencia, las instituciones gubernamentales como el Minsa, el Meduca, el Seguro, el Registro Público, el IFHARU, la Contraloría y varias otras no responden a las necesidades ni deseos de la CMA. Por el contrario, el funcionario público, como pasa en la gran mayoría de los países desiguales, ve al ciudadano como una fuente potencial de extracción de valor, y su puesto en el gobierno, como el vehículo pa’ extraerlo (por ejemplo, en forma de coima). Idealmente, los servidores públicos, todos, deben ver al ciudadano como un cliente a quien servir.
Sin embargo, esto no significa, como alegan algunos extremistas, que el Estado es inherentemente malo y que, por ende, hay que “encogerlo hasta que se pueda ahogar en una tina”; más sí, ojo, que el performance del Estado depende crucialmente de los recursos que la ciudadanía le invierta, incluyendo el recurso humano.
Es más, si las instituciones gubernamentales antes mencionadas fuesen racionalizadas y hechas eficientes – algo totalmente factible con los incentivos adecuados, véase Autoridad del Canal de Panamá (ACP) – seguramente cumplirían sus misiones a cabalidad y dentro de sus respectivos presupuestos, y esto es algo que la CMA nunca debe perder de vista: el Estado panameño es corrupto e ineficiente por elección, no por naturaleza.
Aunque definitivamente no puede (ni mucho menos debe) hacerlo todo, el Estado, como han comprobado varios países alrededor del mundo, incluyendo Panamá, puede hacer ciertas cosas bastante bien y, en pocas pero importantes instancias, incluso con el presupuesto que le dejan los políticos después de coger su cut, las hace.
Cuando esto sucede, creo que cualquier panameño puede admitir que su vida se le facilita considerablemente. Es más, la realidad en muchos lugares del mundo es que, mientras el Estado trabaje pa’l ciudadano, como debe y de modo realista puede pasar en Panamá, la vida de clase media es, con esfuerzo, patentemente posible para la mayoría de la población.
El problema en nuestro país, y el cabreo que, por consiguiente, vemos en la calle, es que, a pesar que el valor extraído del recurso panameño daría fácilmente pa’ tener un Estado transparente y eficiente, este valor se lo quedan, casi todo, los grandes grupos económicos que operan en el patio; el resto, se lo roban los políticos que les escriben las leyes a estos grupos (pa’ que puedan seguir generando beneficios privados del recurso público). Pero esto, con ciertas políticas públicas claves, podría no ser así.
¿Cómo elegimos líderes que gestionen el Estado a favor de la CMA?
Lo primero que tenemos que hacer, entonces, es cambiar la manera en que escogemos a nuestros líderes pa’ que sean más representativos de la población, es decir, pa’ que luchen por los intereses de la mayoría y no solamente los de los grupos más ricos (por ejemplo, corporaciones) o mejor organizados (sindicatos). Una manera certera de hacer esto es cambiando el sistema electoral.
Específicamente, en vez de que gane el/la candidato/a que más votos saque sin importar el porcentaje de la población que vote por el/ella, como actualmente hacemos en Panamá para Presidente, Alcalde y Representante, debemos utilizar el voto preferencial, conocido en inglés como rank-choice voting.
Como dice su nombre (aunque la verda’ no se si existe un término oficial en español), el voto preferencial no te pide que elijas a un solo candidato; en vez, te pide que pongas a tus tres candidatos favoritos en el orden de tu preferencia. Por ejemplo, de haber tenido esta opción en la pasadas elecciones, yo hubiese votado así:
Lombana (MOCA)
Martín (PP)
Rómulo (CD)
Ahora, si ningún candidato es la primera opción de más del 50% del electorado, entonces se van eliminando los candidatos con la menor cantidad de votos #1, es decir, los que fueron la primera opción de la menor cantidad de votantes. El video a continuación lo pone facilito hasta pa’l elector más limitado (por falta de educación de calidad que su Estado nunca le proporcionó), pero la idea es que, si mi primera opción (Lombana) es eliminada por ser la primera opción de muy pocos, mi voto va, entonces, a mi segunda opción (Martín). Cuando se vuelve a hacer el conteo (digamos, una “segunda vuelta” automática), si aún nadie sobrepasa el 50% de los votos, se repite el proceso hasta que esto suceda.
El resultado de este sistema son líderes que cuentan con una base de apoyo popular muchísimo más amplia (aunque no necesariamente más profunda) que la de los candidatos que ganan en nuestro actual sistema, el cual prácticamente garantiza un presidente (más alcaldes y representantes) con minoría de votos.
Peor aún, como sólo hay una ronda y el que más votos saca se lo lleva todo, nuevamente, sin importar su proporción de votos, los candidatos tienen todo el incentivo del mundo pa’ hacer y decir cualquier tipo de sinvergüenzuras pa’ ganar, especialmente entre más se acerca la fecha de la votación, porque si van atrás no tienen nada que perder siendo demagogos.
En Panamá, los partidos suelen ganar las elecciones con sólo el 30-35% del electorado, limitando no sólo su popularidad (y, por ende, su habilidad de llevar a cabo una gestión que complazca a la mayoría de los votantes), sino su legitimidad. Aunque, en términos relativos, el perro guardián de Mussolini sin duda arrasó en las últimas elecciones, prácticamente 2 de cada 3 panameños no votaron por él (aunque esto, también, nos debe dar esperanza).
Por más que le doy crédito por algunas de sus elecciones ministeriales, las cuales le han brindado algo de cover con los que no votaron por RM (al menos una imagen menos corrupta), el que verdaderamente manda en Panamá, desde la embajada de Nicaragua, sólo saco el 34% de los votos, una minoría de la población por donde lo mires.
Por el contrario, con el sistema de voto preferencial, el ganador tiende a ser un candidato que, aunque no haya sido la primera opción de la mayoría, es muchísimo más tolerable para esta mayoría que cualquiera de los otros candidatos. Además, este sistema premia la moderación política, ya que los candidatos que ganan son aquellos con el apoyo popular más amplio, o al menos con el rechazo menos fuerte, evitando candidatos con políticas extremistas (¡o con condenas criminales! ¿te imaginas?).
Finalmente, el voto preferencial le permite a todos los ciudadanos votar a consciencia, en lugar de estratégicamente cuando lo más importante, como suele ser en todas las elecciones en todas partes del mundo, es que no gane la peor opción. Creo que menospreciamos cuán tóxico es pa’ una democracia la falta de opciones no sólo legitimas sino deseables por quién votar, y esto sólo se recupera reformando el sistema.
Para prosperar, la democracia tiene que saber evolucionar con los tiempos e innovar frente a cambios sin precedentes, tanto culturales (incluyendo tecnológicos) como sociopolíticos, además de shocks (como la coví) cada día menos irregulares pero más difíciles de predecir y de estar preparados para ellos.
No me cabe la menor duda que, de haber elegido a nuestros líderes de esta manera, no solo tendríamos políticas públicas consonantes a los deseos de la CMA, en vez de basadas en la rentabilidad de los grandes grupos económicos que operan en el patio, sino que hubiésemos evitado la desgracia nacional de que el capo de una conspiración criminal, hoy por hoy, está manejando el país desde su guarida en El Cangrejo, mismo Paulie Walnuts en “Goodfellas” – otra de las vainas que hemos normalizamos en Panamá como si nada, siempre y cuando el modelo económico siga generando ingresos pa’ quienes lo controlan.
¡Vamos, carajo!
Pa’ alguien que hubiese votado Vamos hasta pa’ Presidente de la JD de mi PH, este es el tipo de reforma que me encantaría ver a la bancada liderar. Los jóvenes de Vamos, que ya han demostrado su compromiso con el país al hacerle frente a las ratas del “pacto por la corrupción” en la Asamblea, tienen la oportunidad histórica de al menos dar inicio a la transición de Panamá hacia una res pública menos desigual y más democrática, y de demostrarle al panameño común que un cambio real es posible, aún, por medio de la democracia.
Luego del bochorno de ver a un tercio de nuestros compatriotas votar por un sociópata que se burla de la ley panameña – la cual, por cierto, cada día le da menos seguridad a su propia gente, por más que a los grandes grupos del patio los libre siempre de todo mal – la esperanza que nos ha dado a muchos el éxito electoral de Vamos es más importante que nunca.
Porque ya no es cuento que, pa’ una parte considerable de la población, el populismo autoritario pinta mil veces mejor que la “democracia” (especialmente si viene con chen-chen pa’ mi bolsillo). Por consiguiente, aunque no es probable, no te sorprendas si esta promoción inaugural de Vamos termina siendo, también, la última. La oposición venezolana, te lo aseguro, nunca se imaginó, luego de la primera victoria chavista en las elecciones de 1998, que ya jamás se celebrarían elecciones libres y justas en su país.
En este sentido, el voto preferencial sería un paso crucial hacia una democracia más equitativa y representativa en Panamá y, por ende, hacia un país más próspero y estable, mientras que demostraría claramente el compromiso político de Vamos por un cambio real.
Además, esta generación de diputados novatos son los líderes naturales de la CMA, esa que quiere salir adelante a punta de educación de calidad y empleo bien remunerado, que no busca su cut sino que el juego sea justo, con las mismas reglas (y beneficios) pa’ todos y, especialmente, evitando que los más grandes sean los que ganen siempre. Este es el tipo de reforma que resultaría en una democracia de Clase Media Amplia en Panamá.
Finalmente, el voto preferencial sería un ataque directo al estatus quo contra el cual corrieron los miembros de Vamos, y bien podría ser la semilla de un sistema que, por fin, promueva la abundancia de oportunidades para la gran mayoría de los panameños – no pa’ que todas se queden en las mismas familias y grupos económicos de siempre. El inicio, tal vez, de un cambio real.